La cerveza

Allí a los turistas los tratan estupendamente, porque no quieren dar la impresión de ser un régimen dictatorial. A los propios cubanos, en cambio, la policía les mete bien fuerte.
Un día salí a buscar una cerveza. Me apetecía. Busqué por dos o tres bares, y no hubo forma. "Se acabó", "está caliente", "lo siento hermano". Cosas así.
Después del cuarto intento, encontré un tipo en la calle. Era corpulento y mulato. Cubano, seguro, así que le pregunté dónde podía conseguir una cerveza.
Se ofreció a ayudarme a cambio de cinco dólares.
Acepté encantado, y el mulato guardó el billete y se fue corriendo. En el peor de los casos, pensé, habré perdido cuatro euros.
El tipo volvió a los cinco minutos, y me dijo honradamente que no había encontrado ningún bar con cerveza fría.
Luego alargó la mano y me devolvió mis cinco dólares.
Entonces, mientras nos despedíamos, apareció un policía. "¿Qué intentas vender a este señor?". "Te juro, hermano, que dios sabe que soy un buen hombre", empezó el mulato. "Porque soy rasta" (el mulato llevaba rastas), "y jamás he hecho daño a nadie".
El policía estaba visiblemente cabreado y el rasta decía cada vez más tonterías, así que intenté mediar.
Antes de que dijera la segunda palabra, ya se lo estaban llevando, más o menos violentamente.
El mulato llamó hijo de puta al policía. Y el policía metió en un coche al mulato.
Luego pasó lo que te puedes imaginar.
Y eso es Cuba.
<< volver a Pantalón de Aquiles